SANCHA
(cuento)
Vicente Blasco Ibáñez (España, 1867-1928)
El bosque parecía
alejarse hacia el mar, dejando entre él y la Albufera una extensa llanura baja
cubierta de vegetación bravía, rasgada a trechos por la tersa lámina de
pequeñas lagunas.
Era el llano de Sancha. Un rebaño de cabras guardado por un
muchacho pastaba entre las malezas, y a su vista surgió en la memoria de los
hijos de la Albufera la tradición que daba su nombre al llano.
Los de tierra adentro
que volvían a sus casas después de ganar los grandes jornales de la siega
preguntaban quién era la tal Sancha que las mujeres nombraban con cierto
terror, y los del lago contaban al forastero más próximo la sencilla leyenda
que todos aprendían desde pequeños. Un pastorcillo como el que ahora caminaba
por la orilla apacentaba en otros tiempos sus cabras en el mismo llano. Pero
esto era muchos años antes, ¡muchos…!, tantos, que ninguno de los viejos que
aún vivían en la Albufera conoció al pastor: ni el mismo tío Paloma.
El muchacho vivía como
un salvaje en la soledad, y los barqueros que pescaban en el lago le oían
gritar desde muy lejos, en las mañanas de calma:
-¡Sancha! ¡Sancha…!
Sancha era una serpiente
pequeña, la única amiga que le acompañaba. El mal bicho acudía a los gritos, y
el pastor, ordeñando sus mejores cabras, la ofrecía un cuenco de leche.
Después, en las horas de sol, el muchacho se fabricaba un caramillo cortando
cañas en los carrizales y soplaba dulcemente, teniendo a sus pies al reptil,
que enderezaba parte de su cuerpo y lo contraía como si quisiera danzar al
compás de los suaves silbidos.
Otras veces, el pastor se entretenía deshaciendo
los anillos de Sancha, extendiéndola en línea recta sobre la arena,
regocijándose al ver con qué nervioso impulso volvía a enroscarse. Cuando, cansado
de estos juegos, llevaba su rebaño al otro extremo de la gran llanura, seguíale
la serpiente como un gozquecillo, o enroscándose a sus piernas le llegaba hasta
el cuello, permaneciendo allí caída y como muerta, con sus ojos de diamante
fijos en los del pastor, erizándole el vello de la cara con el silbido de su
boca triangular.
Las gentes de la
Albufera le tenían por brujo, y más de una mujer de las que robaban leña en la
Dehesa, al verle llegar con la Sancha en el cuello hacía la señal de la cruz
como si se presentase el demonio. Así comprendían todos cómo el pastor podía
dormir en la selva sin miedo á los grandes reptiles que pululaban en la maleza.
Sancha, que debía ser el diablo, le guardaba de todo peligro.
La serpiente crecía y el
pastor era ya un hombre, cuando los habitantes de la Albufera no le vieron más.
Se supo que era soldado y andaba peleando en las guerras de Italia. Ningún otro
rebaño volvió a pastar en la salvaje llanura. Los pescadores, al bajar a
tierra, no gustaban de aventurarse entre los altos juncales que cubrían las
pestíferas lagunas. Sancha, falta de la leche con que la regalaba el pastor,
debía perseguir los innumerables conejos de la Dehesa.
Transcurrieron ocho o
diez años, y un día los habitantes del Saler vieron llegar por el camino de
Valencia, apoyado en un palo y con la mochila a la espalda, un soldado, un
granadero enjuto y cetrino, con las negras polainas hasta encima de las
rodillas, casaca blanca con bombas de paño rojo y una gorra en forma de mitra
sobre el peinado en trenza.
Sus grandes bigotes no
le impidieron ser reconocido. Era el pastor, que volvía deseoso de ver la
tierra de su infancia. Emprendió el camino de la selva costeando el lago, y
llegó a la llanura pantanosa donde en otros tiempos guardaba sus reses. Nadie.
Las libélulas movían sus alas sobre los altos juncos con suave zumbido, y en
las charcas ocultas bajo los matorrales chapoteaban los sapos, asustados por la
proximidad del granadero.
-¡Sancha!¡Sancha! -llamó
suavemente el antiguo pastor.
Silencio absoluto. Hasta
él llegaba la soñolienta canción de un barquero invisible que pescaba en el
centro del lago.
-¡Sancha! ¡Sancha!
volvió a gritar con toda la fuerza de sus pulmones.
Cuando hubo repetido su
llamamiento muchas veces, vio que las altas hierbas se agitaban y oyó un
estrépito de cañas tronchadas, como si se arrastrase un cuerpo pesado. Entre
los juncos brillaron dos ojos a la altura de los suyos y avanzó una cabeza
achatada moviendo la lengua de horquilla, con un bufido tétrico que pareció
helarle la sangre, paralizar su vida. Era Sancha, pero enorme, soberbia,
levantándose a la altura de un hombre, arrastrando su cola entre la maleza
hasta perderse de vista, con la piel multicolor y el cuerpo grueso como el
tronco de un pino.
-¡Sancha! -gritó el
soldado, retrocediendo a impulsos del miedo-. ¡Cómo has crecido…! ¡Qué grande
eres!
E intentó huir. Pero la
antigua amiga, pasado el primer asombro, pareció reconocerle y se enroscó en
torno de sus hombros, estrechándolo con un anillo de su piel rugosa sacudida por
nerviosos estremecimientos. El soldado forcejeó.
-¡Suelta, Sancha,
suelta! No me abraces. Eres demasiado grande para estos juegos. Otro anillo
oprimió sus brazos, agarrotándolos. La boca del reptil le acariciaba como en
otros tiempos; su aliento le agitaba el bigote, causándole un escalofrío
angustioso, y mientras tanto los anillos se contraían, se estrechaban, hasta
que el soldado, asfixiado, crujiéndole los huesos, cayó al suelo envuelto en el
rollo de pintados anillos.
A los pocos días, unos
pescadores encontraron su cadáver: una masa informe, con los huesos
quebrantados y la carne amoratada por el irresistible apretón de Sancha. Así
murió el pastor, víctima de un abrazo de su antigua amiga.
(Fragmento perteneciente
al capítulo I de la novela Cañas
y barro, 1902).
1) Este
cuento pertenece a Vicente Blasco Ibáñez. Busca información sobre su vida y su
obra y elabora un resumen.
2) Lee
con detenimiento el cuento y elabora un pequeño resumen.
3) ¿Por
qué el pastor estaba solo? ¿Qué pensaba la gente de que fuera con la serpiente?
¿Han cambiado las cosas en la actualidad?
4) ¿Qué
se te ocurre a ti a partir de la lectura del cuento? Escribe las cosas que te
pasen por la cabeza a partir de la lectura.
5) ¿Te
gustan las serpientes? ¿Te gustaría tener una como mascota? ¿Qué opina tu
madre?
6) ¿Sabes
lo que simboliza la serpiente para la mayor parte de la población europea
católica? ¿Conoces la historia de Adán y Eva? ¿Qué papel juega la serpiente?
7) Explica
la estructura que presenta el cuento.
8) ¿Observas
cambios con respecto a los textos que hemos leído que pertenecían al
Romanticismo? Di cuáles.
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